Consideradas como uno de los inventos más trascendentales y poderosos en la historia de la humanidad, las vacunas se estiman como la mejor arma para prevenir, combatir y erradicar enfermedades. En consecuencia, la vacunación masiva y coordinada desde programas institucionalizados se constituyó en la intervención más importante en salud pública en el siglo XX y en estos primeros años de la segunda década del siglo XXI, cuando la vacunación contra la COVID-19 evitó la muerte y la fase grave de la enfermedad de millones de personas en el mundo entero.
La inmunización ha demostrado ser de lejos una de las intervenciones en salud pública más costo-efectiva para reducir tasas de morbilidad y mortalidad, y para mejorar la calidad y la expectativa de vida. Como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), los programas de vacunación demostraron ser la base del control, eliminación y erradicación de enfermedades en el mundo: “las vacunas se encuentran entre los inventos más poderosos de la historia que convierten en prevenibles enfermedades anteriormente temidas”, afirmó el director de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus el pasado 24 de abril, cuando indicó que en los últimos cincuenta años el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) ha salvado al menos 154 millones de vidas en el mundo.
Con vacunas se erradicó la viruela, la poliomielitis está a punto de desaparecer y muchas enfermedades como el tétanos, el cáncer de cuello uterino, la fiebre amarilla, la neumonía y la diarrea hoy se pueden evitar fácilmente. Y sumando las vacunas más recientes contra la meningitis, la COVID-19, el paludismo, el cólera, el virus respiratorio sincicial (VRS), el ébola, la viruela símica, el dengue y otras tantas en fase de desarrollo, más y más enfermedades se vuelven prevenibles por medio de la vacunación.
Al reducir drásticamente el número de muertes por enfermedades prevenibles por vacunación, la inmunización constituye la clave para mantener una población sana y productiva. Además, prevenir las infecciones mediante la vacunación ayuda a disminuir el gasto de las familias en atención de salud y reduce la carga sobre el sistema de salud, contribuyendo así a la protección financiera, un componente básico de la cobertura sanitaria universal.
Las enfermedades transmisibles se redujeron sustancialmente gracias a las altas coberturas históricas de vacunación, por lo que se logró erradicar y eliminar algunos eventos inmunoprevenibles; sin embargo, actualmente existe una alta probabilidad de ocurrencia de enfermedades prevenibles por vacunas a causa del descenso de coberturas de vacunación en el ámbito mundial, regional y local durante la pandemia, lo que generó un acúmulo de población susceptible de vacunar. A esto se suma la presencia de brotes aislados en algunos países de la región.
Cabe resaltar que es tan importante el impacto de la vacunación en la salud en la historia, que en el 2019 la OMS catalogó a los movimientos antivacunas como una de las principales amenazas a la salud mundial. Más aún, durante la pandemia por COVID-19, cuando pese a la evidencia de la eficacia de las vacunas para evitar la muerte y la fase grave de la enfermedad, y de contribuir a reducir sustancialmente la morbilidad y la mortalidad para asegurar la supervivencia de la especie humana, estos movimientos influyeron en amplios grupos de población que se negaron a vacunarse, lo que causó un número de muertes por esa causa todavía sin cuantificar.
La viruela fue la primera enfermedad que los humanos buscaron eliminar desde épocas antiguas. En China e India desde los siglos II y III practicaban la “variolización” o “variolación”: en India vestían a los niños con ropas de enfermos de viruela impregnados con sustancias de las pústulas, mientras que en China inoculaban en personas sanas algunas partículas o costras de viruela por la nariz. Por otra parte, en África frotaban el pus de un enfermo sobre una incisión en la piel de la persona que se quería proteger y, en Turquía, se realizaba esta práctica desde el siglo XVI.
Aunque la variolización previno algunos contagios letales, la viruela seguía causando millones de muertes. Su uso se extendió por Asia y Europa y en el siglo XVIII los médicos seguían incrustando materia infectada de viruela en pequeñas cortadas en personas sanas. En 1721 Lady Mary Wortley Montagu promovió la variolación en Gran Bretaña, después de haberla observado en Constantinopla.
En 1796 el médico inglés Edward Jenner descubrió que las ordeñadoras del condado donde vivía no morían a causa de la viruela humana, cuando por esa infección fallecían 3 de cada 10 contagiados (30%). Observó que las mujeres padecían una infección leve ocasionada por la viruela de las vacas que les hacía brotar pústulas, pero después de eso nunca volvían a infectarse de viruela humana. Jenner extrajo ese pus de las vacas y lo inoculó en personas a las cuales intentó infectarlas de viruela humana y no lo logró. Luego Pasteur introdujo los términos “vacuna” y “vacunación”, que provienen de la palabra latina vacca, para rendir homenaje a Jenner por ser pionero en la inoculación del virus de la viruela de la vaca.
El éxito de su descubrimiento se extendió por Europa y fue utilizado en masa por la Corona Española, que emprendió la Expedición Balmis, una misión de tres años de duración a las Américas, Filipinas, Macao y China, dirigida por Francisco Javier Balmis, con el objetivo de inocular a miles de personas la vacuna contra la viruela.
En un breve recorrido histórico por el descubrimiento de vacunas se destacan los siguientes acontecimientos: en 1885 Louis Pasteur probó la vacuna antirrábica en un niño mordido por un perro contagiado; le inyectó varias dosis del virus atenuado y el niño sobrevivió. Entre 1879 y 1897 se desarrollaron las primeras vacunas contra el ántrax, el cólera, la rabia, el tétanos, la difteria y la peste. Luego, en el siglo XX, se crearon las vacunas para tosferina, tuberculosis, fiebre amarilla, tifus, poliomielitis, encefalitis japonesa, sarampión, paperas, rubeola, varicela, neumonía, meningitis, hepatitis B, Haemophilus influenzae tipo b (HiB), hepatitis A, enfermedad de Lyme. Y, en el siglo XXI, se desarrollaron vacunas contra el virus del papiloma humano (VPH, principal factor de riesgo del cáncer de cérvix), el ébola, la malaria, el dengue y la COVID-19; hoy están en fase de desarrollo otras vacunas.
En mayo de 1974 la Asamblea Mundial de la Salud aprobó el PAI y sus metas fueron respaldadas mediante la Resolución CD 25.27 del Consejo Directivo de la OPS/OMS en septiembre de 1977, como medida para intensificar la lucha contra las enfermedades inmunoprevenibles que afectaban con mayor frecuencia a la niñez del mundo.
Un grupo de estudio en Washington, en abril de 1977, integrado por el Comité Ejecutivo y personal de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), formuló algunas recomendaciones: poner el PAI a disposición de los países miembros interesados en mejorar los servicios de inmunización dentro sus estructuras de salud; promover la investigación operativa para potenciar la calidad de las vacunas, su preservación, la vigilancia de la inmunización y el adiestramiento del personal, y establecer un fondo rotatorio de capital para la compra mancomunada de vacunas, jeringas y equipos de cadena de frío para los Estados miembros.
El objetivo original del PAI era vacunar a todos los niños contra la difteria, el sarampión, la tosferina, la poliomielitis, el tétanos, la tuberculosis y la viruela (esta fue declarada erradicada en el mundo por la OMS en 1980, por tanto se aplicó esa vacuna hasta ese año).
El PAI constituye una acción conjunta de las naciones del mundo y de organismos internacionales interesados en apoyar acciones tendientes a lograr coberturas universales de vacunación, con el fin de disminuir las tasas de mortalidad y morbilidad causadas por las enfermedades inmunoprevenibles y con el fuerte compromiso de erradicar, eliminar y controlarlas.
La meta es lograr por lo menos el 95% de la cobertura anual en todos los biológicos que hacen parte del esquema nacional de las poblaciones objeto del programa. Por tal razón, cada año el trabajo por alcanzar coberturas arranca de cero, con el objetivo de obtener ese 95% al final de cada año.
La experiencia en las inmunizaciones obligó a ampliar hoy el espectro de la población a inmunizar, incluyendo refuerzos para adolescentes, adultos y adultos mayores, además de esquemas especiales para viajeros y trabajadores de la salud.
Un estudio dirigido por la OMS estima que, desde su puesta en marcha en 1974, el PAI ha salvado al menos 154 millones de vidas en todo el mundo, lo que representa un promedio de más de 8000 vidas al día y 6 vidas por minuto de cada año durante los últimos 50 años.
Esta conclusión la presentó el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en la inauguración de la Semana Mundial de la Inmunización el pasado 24 de abril, quien agregó que la gran mayoría de las vidas salvadas (101 millones) fueron de niños menores de un año.
El estudio publicado en vísperas del 50.º aniversario del PAI, que se conmemoró en mayo de 2024 es el análisis más completo del efecto sobre la salud en los ámbitos mundial y regional del programa en las últimas cinco décadas. Gracias a la vacunación, un niño que nazca hoy tiene un 40% más de probabilidades de cumplir cinco años que un niño nacido hace cincuenta años. El estudio muestra que la inmunización es la intervención de salud que más contribuye a que los bebés no solo cumplan un año, sino que lleven una vida saludable en la edad adulta.
Dicho análisis concluye que, por cada vida salvada mediante la inmunización, se obtuvo un promedio de 66 años de plena salud; esto supone un total de 10.200 millones de años de plena salud ganados en estas cinco décadas. Como resultado de la vacunación contra la poliomielitis, más de 20 millones de personas pueden caminar hoy —personas que de otro modo habrían quedado paralizadas—, y el mundo está a punto de erradicar esta enfermedad de una vez por todas.
Asimismo, el estudio destaca que menos de un 5% de los niños menores de un año de todo el mundo tenía acceso a la vacunación sistemática cuando se puso en marcha el PAI. Hoy, el 84% de los niños de esa edad están protegidos con tres dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina (DPT3), el marcador mundial de la cobertura de inmunización.
En la década de los setenta, el Programa de Erradicación de la Viruela había demostrado que las vacunas podían eliminar o incluso erradicar enfermedades. Con base en ese éxito, el PAI ayudó a los países a establecer programas normalizados de vacunación contra la viruela y seis enfermedades más: difteria, sarampión, tosferina, poliomielitis, tétanos y tuberculosis. En los cinco decenios transcurridos desde entonces, todos los países pusieron en marcha programas de inmunización con el apoyo de la OMS y sus asociados.
De las vacunas incluidas en el estudio, la vacuna contra el sarampión tuvo el efecto más significativo en la reducción de la mortalidad de niños menores de un año, ya que representó el 60% de las vidas salvadas gracias a la inmunización. Y es muy probable que esta vacuna siga siendo el principal contribuyente a la prevención de muertes en el futuro.
En este orden de ideas, se calcula que casi 94 millones de los 154 millones de vidas salvadas desde 1974 son el resultado de la protección de la vacuna antisarampionosa. Sin embargo, en el 2022 hubo 33 millones de niños que no recibieron una dosis de esta vacuna contra el sarampión: casi 22 millones no recibieron su primera dosis y otros 11 millones no recibieron la segunda.
Para proteger a las comunidades de los brotes se necesita una cobertura del 95% o de un porcentaje superior con dos dosis de la vacuna contra el sarampión. Actualmente, la tasa de cobertura mundial de la primera dosis de esta vacuna es del 83% y de la segunda dosis del 74%, hecho que determina en parte que el número de brotes en todo el mundo sea muy elevado.
En los últimos 50 años, la vacunación contra 14 enfermedades (difteria, Haemophilus influenzae de tipo B, hepatitis B, encefalitis japonesa, sarampión, meningitis A, tosferina, enfermedad neumocócica invasiva, poliomielitis, enfermedades provocadas por rotavirus, rubeola, tétanos, tuberculosis y fiebre amarilla) contribuyó directamente a reducir las muertes de niños menores de un año en un 40% a escala mundial y en más de un 50% en África.
Como el estudio solo cubre el efecto en la salud de la vacunación contra 14 enfermedades, el número de vidas salvadas gracias a las medidas de inmunización es una estimación conservadora y no una descripción completa del efecto de las vacunas para salvar vidas. Las mejoras en la salud y el bienestar gracias a los cambios a nivel social, económico o educativo logrados en los últimos 50 años también contribuyeron a reducir aún más la mortalidad. Hoy existen vacunas para protegerse contra más de 30 enfermedades potencialmente mortales.
Actualmente el programa, que ahora se denomina Programa Esencial de Inmunización, incluye recomendaciones universales para vacunar contra 13 enfermedades y recomendaciones específicas en función del contexto contra otras 17, ampliando el alcance de la inmunización más allá de los niños a adolescentes y adultos contra 30 enfermedades.
En el 2000 se creó Gavi, la Alianza para las Vacunas, cuyos miembros fundadores principales son la OMS, Unicef y la Fundación Bill y Melinda Gates, con miras a ampliar el efecto del PAI y ayudar a los países más pobres a aumentar la cobertura, beneficiarse de nuevas vacunas que salvan vidas y extender la amplitud de la protección contra un número cada vez mayor de enfermedades prevenibles mediante vacunación. Gavi está ayudando a proteger toda una generación de niños y proporciona actualmente vacunas contra 20 enfermedades infecciosas, como la vacuna contra VPH y para brotes de sarampión, cólera, fiebre amarilla, ébola y meningitis.
Para aumentar la cobertura de inmunización, Unicef —uno de los mayores compradores de vacunas del mundo— adquiere más de 2000 millones de dosis cada año en nombre de países y asociados para llegar a casi la mitad de los niños del mundo; también trabaja para distribuir vacunas y llegar con servicios de inmunización a comunidades remotas y subatendidas.
Con motivo de la Semana Mundial de la Inmunización, evento que se repite anualmente y que este año se celebró del 24 al 30 de abril, la OMS, Unicef, Gavi y la Fundación presentaron la campaña mundial de comunicación “Humanamente posible”, haciendo un llamado a los líderes mundiales para que promuevan, apoyen y financien las vacunas y los programas de inmunización que proporcionan estos productos que salvan vidas ya que en los próximos 50 años del PAI se requiere no solo llegar a los niños que no reciben vacunas, sino también proteger a los abuelos de la gripe, a las madres del tétanos, a los adolescentes del VPH y a todos de la tuberculosis y de muchas otras enfermedades infecciosas.
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