Ana María De Brigard no solo fue la mejor abogada de los médicos, de los hospitales y de las decisiones éticas del sector salud. Ana María ejerció la inteligencia, la amistad y la autonomía como consignas de vida, sin treguas ni ambivalencias. Defendía sus causas con una mezcla perfecta de razón y pasión; de lealtad con la verdad y de conocimiento decantado por una vida de estudio y de ejercicio profesional impecable y retador.
Ana María respetó siempre la palabra y las palabras precisas, y construyó sus argumentos sin lugar a grietas ni fisuras. Como buena lectora de lo académico y de novelas, de historia y biografías, construyó una cultura llena de humanismo y de batallas ganadas por la perseverancia. Trabajó desde su adolescencia con y por la comunidad, porque le apasionaba la justicia y tenía una especial sensibilidad por la capacidad de cada ser humano de tomar sus propias decisiones. Ana María enseñaba en las aulas y en los hospitales, enseñaba con lo que hacía, con lo que era, con lo que pensaba y sentía.
Amó y respetó a su familia y a sus amigos con intensidad, con solidaridad y devoción, y a todos los dejó ser, los dejó volar y vivir según los hilos que cada uno -cada una- había tejido en sus propios silencios y fortalezas, mejor dicho, en su propio espíritu.
Su vida y su muerte fueron coherentes con ella misma, con sus principios y con su irrenunciable defensa de la autonomía.
Ana María vivió la vida y no dejó pasar una sola oportunidad de ser feliz, de reírse a carcajadas, de abrazar con fuerza y mirar con luz propia los colores del mundo. Nada le pasaba desapercibido y nada en ella fue evasivo ni borroso. No ahorró emociones, no ahorró claridades ni contundencia… como si hubiera sabido que la vida sería breve, que casi todo es ahora o nunca.
Por 17 años Ana María de Brigard fue la asesora jurídica de la ACHC; durante 13 años nos acompañó en el comité editorial de esta revista y en 5 oportunidades fue la gerente de los congresos internacionales organizados por la Asociación.
Hoy no la despedimos, porque parte de Ana María seguirá viviendo en las páginas de Hospitalaria y en los escritorios de la casa, en los conceptos jurídicos, en el pulso y el impulso de quienes trabajamos por la salud de los colombianos. Hoy no la despedimos; solo le decimos otra vez, y como tantas veces, gracias por cada paso, por cada risa invencible, por la compañía y la sabiduría cuando nos caímos y cuando nos levantamos. Gracias, siempre, entrañable Ana María.
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