Los días 24 y 25 de julio de 2023 se realizó en Bogotá el VIII Foro Nacional de Acreditación en Salud que, en esta versión, tuvo como tema central el eje de responsabilidad social en salud. Las siguientes son las reflexiones que hizo el director nacional de Acreditación en Salud para el acto de instalación:
Me permito hacer algunas reflexiones de introducción a la temática de nuestro foro. La primera reflexión se refiere a algunos antecedentes que vale la pena destacar. En enero de 2024 se cumplirán 20 años del inicio de actividades de Icontec en la función delegada por el Gobierno nacional de diseñar, implementar y difundir el sistema único de acreditación en salud, definido como el cumplimiento voluntario de requisitos superiores de calidad en comparación con los requisitos legales, en particular la habilitación.
Desde la propia definición del sistema, consideramos en ese entonces, que la acreditación en salud era una herramienta explícita para demostrar responsabilidad social y así lo dispusimos en la concepción inicial del modelo evaluativo, incluso años antes de la expedición de la ISO 26000. Nos inspiró por ese entonces un libro de David Batstone, publicado en 2003, titulado Salvar el alma de la empresa, que incluía principios claves como los siguientes: “el trabajador será considerado como un elemento fundamental de un equipo, y no solo como mano de obra contratada”; “el medio ambiente será considerado como un interlocutor sin voz, ante el cual la empresa es plenamente responsable”, o “la empresa apoyará el equilibrio, la diversidad y la equidad en su relación con los trabajadores, clientes y proveedores”, entre otras inspiradoras y retadoras ideas. Por esa época, también estaba en su apogeo la certificación internacional SA 8000 bajo la responsabilidad de una organización de derechos humanos radicada en Nueva York.
Por esos años, las instituciones tenían dudas sobre este norte y la utilidad práctica de estas exigencias, pero poco a poco se han aclarado términos y generado ideas más precisas sobre temas claves como la gobernanza, la definición de las partes interesadas, el análisis de materialidad, la planificación de las intervenciones, los informes y memorias de sostenibilidad, la rendición de cuentas y demás asuntos relacionados.
Los límites entre lo legal y lo superior o entre las acciones de responsabilidad y aquellas relacionadas con la ayuda filantrópica pueden ser borrosos aun, pero cada vez hay mayores elementos conceptuales y normativos que contribuyen a la claridad y al método; este no es un avance menor, sobre todo si consideramos que durante décadas los hospitales han sido concebidos en la lógica de la caridad y el favor, asuntos en los que debemos marcar hacia adelante diferencia, al entender que se trata de responsabilidades que nos competen a todos.
La reciente pandemia hizo recordar a la sociedad, así haya sido por un tiempo breve, la importancia de las instituciones y de los trabajadores de la salud, y nos hizo recordar a todos la responsabilidad que tenemos con el cuidado de la vida de los otros. La situación extrema nos mostró la necesidad de estar preparados, un asunto que es de la esencia de los requisitos de calidad; así, por ejemplo, las exigencias en materia de aislamiento de pacientes, de preparación para la atención de emergencias, de reporte de eventos adversos o de uso apropiado de los medicamentos pueden haber marcado la diferencia entre la vida y la muerte para muchos pacientes. Esta observación es un asunto de la mayor trascendencia, porque obliga a la reflexión sobre que tan voluntario debe ser acogerse a requisitos que cuentan con evidencia y probada efectividad, y cuánta negligencia puede haber al negarse a adoptar esos saberes.
En esta línea, uno de los aportes más valiosos del sistema de acreditación, que no necesariamente es reconocido en su importancia y en el valor que agrega al sector salud y a la sociedad, es la característica de ser un impulsor de la calidad, en la medida en que los requisitos, estándares y criterios planteados inicialmente como voluntarios se convierten con el tiempo en prácticas comunes obligatorias. Los ejemplos son múltiples e incluyen las vigilancias tecnológicas, el desarrollo de guías de manejo clínico, asuntos específicos de seguridad de la atención, humanización, uso apropiado de la tecnología, gestión del riesgo, atención centrada en el paciente y su familia, esquemas de mejoramiento continuo y, desde luego, elementos de reflexión sobre la responsabilidad social, asuntos todos en los que hemos avanzado en forma rápida en estos veinte años.
En este sentido, la acreditación tiene una enorme responsabilidad pues debe contribuir a marcar los derroteros de calidad para el sistema, pensando en requisitos óptimos que sean factibles, adaptados a nuestro medio y, por supuesto, efectivos. Nuestra labor en este punto ha generado importantes avances y deberá generar otros, en la medida que el ministerio de salud como organismo rector acoja nuevos requisitos voluntarios planteados y los establezca gradualmente como obligaciones legales, en esta línea tenemos importantes aportes que hacer en la conformación de redes de servicios, propuestas para avanzar en la transformación digital y la adopción de nuevas tecnologías, el funcionamiento de equipos extramurales, el impulso técnico a la atención primaria y demás elementos que hemos visto florecer en las instituciones acreditadas y que se requieren para fortalecer el sistema de salud, acercarlo a las regiones más apartadas y hacerlo más efectivo en las ciudades.
El mayor aporte de esta carta de navegación, sin duda, ha sido contribuir a que las instituciones estén más preparadas para una atención de alto nivel clínico, que cuenten con procesos y procedimientos claros y que midan resultados concretos en términos de eficacia, eficiencia y efectividad. Esta premisa, que en general se ha cumplido con los altibajos usuales, es reconocida internacionalmente y ha mejorado el posicionamiento de nuestras instituciones en el ámbito de la región, según mediciones relativamente estandarizadas, aunque debe ser claro que no podemos dormirnos sobre los laureles, y esos reconocimientos solo deben servirnos para avanzar hacia retos superiores.
Todos estos aportes tanto de Icontec como de las propias instituciones están a la orden del Gobierno nacional. Los ejemplos de padrinazgo y acompañamiento de instituciones con mayor desarrollo a aquellas que tienen dificultades y los ejercicios de referenciación comparativa que hemos propiciado son buenas prácticas que deberían ser apoyadas, reconocidas y multiplicadas por el gobernante de turno, pues contribuyen a reducir las brechas en la atención y aportan de manera decidida al desarrollo de las instituciones, del sector y del país. En este orden de ideas cabria preguntarse sobre los avances del sistema de salud en una mirada sistémica de haber logrado los objetivos que nos habíamos propuesto, en particular desarrollar el modelo de acreditación en todas las entidades del sector como se planteó inicialmente.
La segunda reflexión se refiere a la relación entre seguridad de la atención y responsabilidad social: Fieles al paradigma “primero no hacer daño”, la atención segura debe seguir siendo nuestra mayor preocupación y responsabilidad, las exigencias en la materia y su cumplimiento deben ser lo primero, aún tenemos mucho que trabajar para evitar eventos adversos, los datos de 2018, un poco antes de la pandemia, con una incidencia en el mundo de 134 millones de eventos adversos y 2.6 millones de muertes por año, los eventos adversos ubicados entre las diez principales causas de muerte y discapacidad en el mundo, el cálculo de que 4 de cada 10 personas que acceden a la atención hospitalaria sufren algún tipo de daño, evitable en el 80% de los casos y demás datos que la pandemia multiplicó, obligan a pensar en la necesidad urgente, de consolidar una verdadera cultura de seguridad, que no se conforme con el papeleo, que no sea una tarea para mostrar ante los organismos de control o el Icontec, sino que constituya verdaderos hábitos institucionales que se cumplen 24 x 7. Esta es sin duda la primera responsabilidad de todas las instituciones, para lograrla se requiere emplearse a fondo, la tarea de los directivos es garantizar los recursos materiales, el talento humano idóneo, promover las capacidades suficientes, disponer insumos de calidad, evitar los riesgos relacionados con la insuficiencia y el ahorro mal entendido. La tarea del personal clínico es dar lo mejor de sí, de su vocación de servicio y de su inteligencia dispuesta al aprovechamiento más efectivo de los recursos de que dispone, de la adherencia máxima a los procesos y procedimientos establecidos, de la disciplina en la ejecución de sus actividades en beneficio de los pacientes y de la propia institución.
En esta línea debo llamar la atención sobre uno de los incentivos reales definidos para la acreditación en salud. Se trata justamente de la exención de la verificación habilitatoria, que parte del reconocimiento del avance de las instituciones acreditadas pero que implica una responsabilidad social obvia, la de mantener los niveles alcanzados, hacer las autoevaluaciones correspondientes y cerrar las brechas que se detecten. Es responsabilidad de todos los acreditados dar ejemplo y mostrarse dispuestos al escrutinio, aunque se esté exento del mismo.
La tercera reflexión se refiere a los instrumentos legales disponibles en la actualidad. Es evidente que, en comparación con el antecedente que cité antes, contamos ahora con un conjunto de leyes, decretos, resoluciones, circulares, etc., que ofrecen un norte cada vez más preciso sobre el deber ser y que hacen más explícitas condiciones que hace pocos años se consideraban más bien ejemplos anecdóticos de las mejores instituciones y que cada vez más deben ser prácticas comunes. Consideramos que un deber objetivo de todas las instituciones es conocer en detalle estos requisitos y apropiarlos como parte del respeto al principio de legalidad.
El amplio bloque de información sobre este particular será abordado en la primera parte del foro, e incluye temas variados en materia ambiental, social, económica y ética. Es preciso aclarar que no se abordarán por razones de tiempo obligaciones que tienen mucho que ver con las responsabilidades específicas en cada eje del sistema y que harían, desde luego, mucho más compleja la agenda. Cito un solo ejemplo: la implementación de los paquetes instruccionales en seguridad de la atención, un conjunto de bue
nas prácticas hoy obligatorias en la acreditación, que incluyen temas tan variados como la identificación precisa de los pacientes, evitar los riesgos de caídas, garantizar la aplicación correcta de medicamentos, reducir el riesgo de úlceras por presión y demás asuntos técnicos relacionados con la seguridad, en los cuales hay instrucciones precisas, establecimiento de listas de chequeo y demás prácticas que cuentan con evidencia y en las que se requiere la mayor responsabilidad en su aplicación para evitar que se conviertan en simples evidencias documentales. Estos temas han sido abordados en otros foros. Igual debe decirse de los requisitos en los demás ejes del sistema, en los que se cuenta con exigencias y prácticas precisas.
A la vez, en su función de organismo de normalización, Icontec cuenta con un acervo importante de información útil al desarrollo de un modelo que responda a las expectativas del eje de responsabilidad social, agilice los avances y permita alcanzar mejores resultados en plazos más cortos. Esperamos que todas esas herramientas sean de la mayor utilidad para ustedes.
Aparte de lo anterior, el Gobierno nacional ha desarrollado reglamentos, directrices, guías y diversas orientaciones valiosas, que haría bien explorar con detalle y ajustarse con la debida diligencia al cumplimiento de las directrices, recomendaciones y normas. En medio de tanto incumplimiento, esta conducta seguramente marcará la diferencia.
La cuarta reflexión es una mención mínima pero obligatoria de algunos retos que son responsabilidad de todos nosotros. A continuación, menciono los que hemos priorizado:
A propósito de la llamada “gran renuncia”, es claro que la sociedad se enfrenta a una crisis de suficiencia de personal de salud. Los indicadores, en comparación con el grupo de países OCDE, son conocidos y nos ubican en la parte baja de la tabla. Es necesario diseñar ideas novedosas para promover las vocaciones, trabajar más en una gestión integral del talento humano en salud que privilegie la estabilidad, el reconocimiento, el cuidado integral del trabajador de la salud, que aborde nuevas visiones como la preocupación por la familia, el contexto de trabajo, los riesgos psicosociales y demás variables, que garantice recursos suficientes para prestar la atención con los medios necesarios; que privilegie los saberes y promueva la excelencia; que apoye ante la frustración del desborde de las patologías como el cáncer; que proteja de la violencia de la sociedad contra el trabajador de la salud; que analice los efectos de las formas de contratación y promueva relaciones de largo plazo. Se trata de una agenda compleja y exigente que compete, en primer lugar, a los dirigentes del sector, a las universidades, a la sociedad en general, y que es por supuesto indelegable e inaplazable.
Un segundo punto, sobre el que hemos llamado la atención desde la junta nacional de acreditación es la situación de mental de la población general y de los trabajadores de la salud en particular, los datos sobre enfermedad mental y riesgo de suicidio en la población general son alarmantes y no está de más recordar que las profesiones de la salud tienen un riesgo mucho mayor; esta es una de las variables que venimos trazando desde hace más de una década y que demuestran un grave deterioro, agudizado por los efectos de la pandemia. Se requiere urgentemente un abordaje integral de la situación, encender todas las alarmas y promover una acción sistémica con bases científicas y participación de todas las disciplinas.
Un tercer asunto, que es de la mayor preocupación, es la preparación para la posibilidad de una nueva pandemia, que podría presentarse en un intervalo mucho más corto por diferentes circunstancias. Acogerse a las recomendaciones internacionales para prepararse es una responsabilidad de todos. Es necesario avanzar en la conformación de equipos para la prevención de pandemias; mejorar la detección temprana de brotes; ayudar a la gente a protegerse de inmediato y comprender las medidas de protección; encontrar tratamientos nuevos cuanto antes; prepararse para fabricar vacunas, etc. Las mejores instituciones del país tienen el deber y la responsabilidad de promover esta agenda, mantener vivos los aprendizajes y motivar a las diferentes partes interesadas. Nada nos garantiza, como menciona Gates en su libro, que el próximo evento no sea una catástrofe mayor que la que acabamos de enfrentar.
En cuarto lugar, tenemos la responsabilidad de avanzar en el uso apropiado de las nuevas tecnologías. Es urgente avanzar en materia de interoperabilidad, en el análisis de las implicaciones de la inteligencia artificial, el internet de las cosas y demás herramientas que pueden hacer más seguro, eficiente, confiable y transparente al sector, pero que sin duda incluyen en su implementación dilemas éticos que deben ser analizados. La responsabilidad en el resguardo de la información clínica y los datos personales en medio de tanto ataque cibernético debe formar parte de la agenda de todos.
El quinto elemento se refiere a la necesidad de esforzarnos cada vez más en el trabajo en equipo y en lograr que la atención sea realmente interdisciplinaria, que esté centrada en la persona para ofrecerle la mejor atención posible al costo más razonable, evitando desperdicios habituales como la repetición innecesaria de exámenes o la pérdida de tiempo valioso para el inicio de tratamientos.
En sexto lugar, hemos considerado prioritario fortalecer la visión de los hospitales como centros de formación y generación de conocimiento. Los avances en materia de hospital universitario son valiosos, pero hace falta trabajo para garantizar que los nuevos profesionales de la salud se formen en una verdadera cultura de calidad.
Finalmente, aunque hay muchos más temas en los que la asunción de nuestra responsabilidad con el sector resulta crítica, es evidente que el uso transparente de los recursos de la salud constituye un asunto de la mayor responsabilidad debido a lo cual hemos incluido en la agenda algunos aspectos relacionados con la transparencia, la rendición de cuentas, la autorregulación y la corresponsabilidad.
Como se ve, la agenda sectorial incluye temas de la mayor importancia para la vida de las comunidades, de las familias, de los pacientes y de los propios trabajadores de la salud. Dado que todos estos asuntos son obligaciones éticas, cabe preguntarse si vale la pena esperar a que determinado actor comprenda la urgencia y la importancia de la calidad, defina incentivos, reconozca los esfuerzos o si conviene más bien apurarnos en entender nuestras propias responsabilidades y aceptar el reto de hacer lo que nos compete.
Para terminar, quiero agradecer a todos los participantes, a los compañeros de Icontec, al grupo de logística, a las personas que nos apoyarán en estos dos días, para que todo salga como lo hemos previsto. Les recomiendo visitar los stands y escuchar con atención las presentaciones, pues seguramente encontrarán aportes e ideas para implementar nuevas prácticas en favor de nuestros pacientes y sus familias, así como para aprovechar al máximo lo que cada institución ha querido mostrar con altruismo y desprendimiento. Un fuerte abrazo y bienvenidos todos.
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