Con profundo respeto y gratitud, la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC) y la revista Hospitalaria rinden homenaje a la memoria del padre Jaime Salazar Londoño, S. J., quien falleció en Bogotá el pasado 18 de enero, a sus 94 años, tras dedicar más de siete décadas a una vida marcada por el compromiso espiritual, la excelencia administrativa y el servicio incansable para los más necesitados. Su huella en el sector salud colombiano, y especialmente en nuestra Asociación, fue profunda y transformadora.
Nacido en Bogotá el 16 de marzo de 1930 e ingresado a la Compañía de Jesús en 1945, el padre Salazar fue un hombre de formación rigurosa y entrega generosa. Fue ordenado sacerdote en 1961 y, desde entonces, desempeñó numerosos cargos pastorales, académicos y administrativos que reflejan su capacidad de liderazgo, su visión estratégica y su predilección por las causas justas. Entre sus múltiples servicios se destacan su paso por la Pontificia Universidad Javeriana, su rectoría en el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales, su prolongado trabajo como ecónomo provincial de los jesuitas en Colombia y su liderazgo internacional como ecónomo en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
En el campo de la salud el padre Jaime Salazar desplegó significativas contribuciones en los diferentes espacios en los que trabajó. Desde 1990 dirigió el Hospital Universitario San Ignacio durante cinco años, y fue en este contexto que se vinculó activamente a la ACHC. En 1991 fue elegido presidente de la junta directiva, cargo que ocupó hasta 1995, y desde el cual lideró un proceso de fortalecimiento gremial que marcó una etapa decisiva en la historia de la Asociación.
Durante su presidencia impulsó una intensa agenda de posicionamiento institucional en los ámbitos nacional e internacional, representando a la ACHC en organizaciones clave como la Federación Latinoamericana de Hospitales y la Organización Iberoamericana de Prestadores Privados de Seguridad Social, de la cual llegó a ser presidente. En un momento crítico para el sistema de salud colombiano, con la implementación de la Ley 100, el padre Salazar lideró la participación activa de la Asociación en las discusiones sobre el nuevo modelo, defendiendo con firmeza los intereses de los prestadores y promoviendo siempre la calidad, la equidad y el respeto a la vida como principios rectores. Cuando se refería a las satisfacciones que le dejó su trabajo en la ACHC recordaba con orgullo el haber logrado influir en muchos espacios fundamentales del sector, llevando siempre un mensaje de respeto a la vida y calidad en la prestación de servicios de salud.
Gracias a su visión, sensibilidad y poder de convocatoria, logró consolidar alianzas estratégicas con organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Fundación Corona y la Fundación Restrepo Barco, así como con empresas privadas que se convirtieron en los primeros patrocinadores del gremio. Bajo su liderazgo, la ACHC participó en el movimiento latinoamericano por la garantía de calidad en salud y fue pionera en Colombia en el impulso del proceso de acreditación hospitalaria, culminando en 1995 con la publicación del primer Manual de Garantía de Calidad y Acreditación.
Por su gestión en el sector salud, el padre Jaime Salazar fue condecorado con la Medalla José del Carmen Acosta y nombrado miembro honorario de la ACHC, de la Organización Iberoamericana de Prestadores Privados de Seguridad Social (OIPPSS) y de la Asociación de Clínicas del Uruguay.
Quienes lo conocieron y trabajaron de cerca en la Compañía de Jesús lo recuerdan como un trabajador incansable, con una voluntad férrea, una espiritualidad honda y una permanente preocupación por servir hasta el último aliento; como un hombre de convicciones firmes, profundo discernimiento y pasión por el servicio, y como un administrador ejemplar, meticuloso y visionario, pero sobre todo un sacerdote fiel, un pastor generoso y un compañero de comunidad siempre presente y comprometido.
El padre Nelson Velandia, S. J., narra que el padre Jaime en sus últimos años enfrentó con entereza la fragilidad de la salud y cumplió con una de sus últimas misiones escribiendo con lucidez y dedicación su autobiografía, que tituló Mi contribución espiritual al desarrollo social de un país. Este libro, que quedó en proceso de publicación antes de su deceso, pareciera ser el cierre simbólico de una vida plenamente vivida y entregada.
El padre Leonardo Rincón, S. J. en las exequias del padre Jaime destacó: “Su gestión exitosa al frente del Hospital de San Ignacio y el reconocimiento que obtuvo en el sector hospitalario; sus invaluables aportes en la Fundación Social; sus años en la Gregoriana donde logró una renovación administrativa por todos reconocida y estas últimas décadas en Chapinero como rector y administrador donde, me consta también, dejó huella imborrable de su ordenado y muy cuidadoso trabajo. Jaime no podrá ser ignorado en la historia de esta Provincia”. Desde la ACHC nos unimos a ese reconocimiento, seguros de que su paso por la Asociación dejó una huella imborrable y sembró parte de las bases de un trabajo gremial que hoy permanece.
Honramos su memoria y damos gracias por su vida, convencidos de que su ejemplo continuará inspirando a nuevas generaciones de líderes hospitalarios.
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