En el libro El pus de los milagros: la epidemia colombiana que desató la primera campaña mundial de vacunación, el periodista e investigador en historia de la salud, Carlos Dáguer, relata que antes de la llegada de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en mayo de 1804, Antonio Nariño intentó inocular unas muestras de pus vacuno que le llegaron en vidrios a su sobrino José María Ortega y en abril de 1804, en Santa Marta, en el buque El Cartagenero llegaron muestras de vacunas en buen estado y Ángel Hidalgo se las inoculó a sí mismo.
Dáguer cuenta que la epidemia que azotó a Santa Fe de Bogotá en 1802 provocó disputas entre el virrey y el cabildo por el manejo de la emergencia sanitaria. Al conocer esta situación, el rey Carlos IV de España decidió poner en marcha la Expedición, la primera campaña de inmunización de aspiración global. A falta de otro medio de transporte viable, se escogieron 22 niños en orfanatos de España “que atravesaron el Atlántico llevando bajo la piel de sus brazos el pus vacuno que prevenía contra la viruela, considerada entonces la peor enemiga de la humanidad”.
La Expedición tuvo gran trascendencia en la historia de la salud pública colombiana, “porque brindó la oportunidad de poner en práctica algunas políticas de salud pública novedosas, como un censo de la población que no había sufrido la viruela, para estimar el número de personas que podían infectarse y cuántos hospitales iba a ser necesario abrir de manera provisional para atenderlos, o sea, se utilizó un método predictivo no basado en supersticiones sino en un hecho cierto de que la viruela no repetía”, indica Dáguer.
Y un segundo elemento que trajo la Expedición fue la obligación de crear en cada ciudad Juntas de Vacuna, que quedaban a cargo de un vacunador que debía garantizar la continuidad de la inoculación de fluido vacuno en recién nacidos durante 10 días, para que al décimo día pudiera inocularse en uno de los siguientes recién nacidos, de modo que no se extinguiera el fluido.
Estas Juntas de Vacuna fueron las primeras instituciones de salud pública en Colombia y el virrey Amar y Borbón las categorizó como Juntas de Vacuna y Sanidad, para que además de trabajar en la prevención de la viruela también lo hicieran en la prevención de la fiebre amarilla y en la atención de desastres, por ejemplo.
Luego, en 1897, Jorge Lleras Parra logró producir la vacuna contra la viruela, la cual se elaboró en el país sin importar ni una sola dosis hasta 1980, cuando la OMS hizo la declaratoria oficial de erradicación de la viruela en el mundo.
La producción de vacunas en Colombia se fortaleció con la creación en 1917 del Laboratorio Samper Martínez, que nueve años después fue comprado por el Estado para evolucionar hasta convertirse en el actual Instituto Nacional de Salud (INS), donde se elaboraron vacunas contra la rabia, la fiebre tifoidea y paratifoidea A y B. Y el 2 de enero de 1939 comenzó en el país la producción de la vacuna contra fiebre amarilla, gracias a una alianza del Gobierno con la Fundación Rockefeller, lo que convirtió a Colombia en el tercer país del mundo en fabricarla.
Hacia los años sesenta la OMS inició un proyecto de buenas prácticas de manufactura que establecía los parámetros de producción de medicamentos. Colombia adoptó ese manual en 1995, pero su planta de producción de vacunas no cumplía los requisitos, pues sus equipos e instalaciones no habían sido modernizados. Así empezó el declive de la fabricación de vacunas, hasta que en el 2002 se produjo la última vacuna en Colombia: la de la fiebre amarilla.
El PAI de Colombia es reconocido internacionalmente como uno de los mejores esquemas de vacunación en la región de las Américas y fue seleccionado en el Proyecto de Ampliación de la Red de Seguridad Vacunal de la OMS en este continente. La cadena de frío del PAI colombiano es considerada la más confiable y completa de la región; sus vacunas e insumos son almacenados, distribuidos y transportados con altos estándares de calidad a todos los rincones del país, y su Sistema de Información Nominal en estabilización tiene enorme potencial de crecimiento.
En el libro Cruzada interminable por la niñez colombiana: historia del Programa Ampliado de Inmunizaciones —PAI— en Colombia, 1979-2009, publicado por el Ministerio de la Protección Social y la OPS en el 2010, se afirma que la historia del PAI en el país ha sido ante todo un incesante proceso de comunicación que, como tal, conlleva la utilización, la aceptación y la apropiación por ambas partes de un lenguaje y unas simbologías comunes.
A la pregunta de cuáles fueron esas señales, símbolos y lenguajes que intercambió este colectivo humano comprometido en la erradicación, eliminación o control de las enfermedades inmunoprevenibles, se responde que “los principales referentes culturales que unificaron y guiaron la acción colectiva de miles de colombianos, durante tres décadas, en pos de unas metas comunes fueron los distintos Manuales PAI y sus imágenes elementales y didácticas, las tesis de grado de los epidemiólogos, los rotafolios y posters con íconos como Pitín, Pinchao, la mano en V de vacuna y de victoria, la madre y el niño de estilo bauhausniano de la OPS, los afiches, pendones y similares, la humilde nevera de icopor que —como muestran las fotografías a lo largo de este libro— recorrió y recorre aún toda la extensa geografía nacional” (Mayor Mora et al., 2010, p.) (figura 1).
El PAI colombiano registró en América Latina en los años ochenta y durante la primera parte de los años noventa las mejores coberturas de vacunación. Luego, a raíz de la Ley 100 de 1993 o en coincidencia con dicha ley las coberturas disminuyeron y después se volvieron a recuperar y, en el 2020, la pandemia de COVID-19 tuvo un fuerte impacto en la disminución de coberturas; no obstante, desde el 2021 se intensificó el trabajo de recuperación de coberturas.
La actualización del esquema nacional de vacunación ha sido un proceso dinámico y progresivo: En 2002 se disponía de 7 vacunas (2 combinadas) para el control de 11 enfermedades: tuberculosis, difteria, tosferina, tétanos, hepatitis B, meningitis por Haemophilus influenza tipo b, poliomielitis, fiebre amarilla, sarampión, rubéola y parotiditis. Para 2013 se tenían 11 vacunas (3 combinadas) para el control de 16 enfermedades cubiertas por el Plan Obligatorio de Salud (POS).
El esquema de vacunación del PAI se ha fortalecido incluyendo al día de hoy 21 vacunas: 1) BCG. 2) Hepatitis B. 3) Pentavalente. 4) Neumococo. 5) Rotavirus. 6) VOP. 7) VIP. 8) DPT. 9) Influenza estacional niños. 10) Influenza estacional adultos. 11) Triple Viral. 12) Fiebre amarilla. 13) Td del adulto. 14) Sarampión Rubeola. 15) Rabia humana (población de riesgo). 16) VPH. 17) TdaP de la gestante. 18) TDaP pediátrica. 19) Hepatitis A. 20) Varicela. 21) Meningococo (para brotes) e Inmunoglobulinas para el manejo de eventos de tétanos, rabia, difteria y hepatitis B. Además, la vacuna contra COVID-19, si bien no está incluida en el PAI, se garantiza su aplicación a toda la población utilizando la estructura del programa. A partir de la vigencia 2023 se financia su aplicación con la UPC (Resolución 2808 de 2022 y actualmente según resolución 2366 de 2023).
Las vacunas contempladas en el programa protegen contra 30 enfermedades: tuberculosis meníngea, hepatitis B, poliomielitis, difteria, tos ferina, tétanos neonatal, tétanos accidental, neumonía por Haemophilus influenzae tipo b, meningitis por Haemophilus influenzae tipo b, otitis por Haemophilus influenzae tipo b, bacteriemia por Haemophilus influenzae tipo b, diarrea por Rotavirus, neumonía por Streptococcus Pneumoniae, meningitis por Streptococcus Pneumoniae, otitis por Streptococcus Pneumoniae, bacteriemia por Streptococcus Pneumoniae, influenza estacional, parotiditis, sarampión, rubéola, síndrome de rubéola congénita, fiebre amarilla, rabia humana, infecciones por el Virus del Papiloma Humano (VPH) y cáncer de cuello uterino, hepatitis A, varicela, meningitis causada por Neisseria Meningitidis, bacteremia causada por Neisseria Meningitidis, neumonía causada por Neisseria Meningitidis y COVID-19.
Estas vacunas son aplicadas de manera gratuita a las diferentes poblaciones objeto residentes en todo el territorio nacional: población infantil de cero a cinco años, niños partir de los 9 años, mujeres en edad fértil (MEF) de 10 a 49 años, gestantes, población susceptible para fiebre amarilla residente o viajera de 1 a 59 años en los municipios de riesgo, población adulta de 60 y más años. Y vacuna contra la COVID-19 a partir de los 6 meses de edad.
Luego de que en 1804 se aplicaran las primeras dosis de una vacuna en el territorio que hoy es Colombia para una enfermedad tan nefasta como la viruela, 220 años después el PAI asume el desafío de recuperar coberturas útiles de vacunación prepandémicas del 2019 ubicadas alrededor del 95%.
Esta historia de 220 años solo pudo mantenerse en el tiempo y alcanzar resultados satisfactorios gracias al trabajo conjunto de gobiernos y comunidades que se han comprometido con la vacunación como un servicio esencial de salud.
En el documento Programa Ampliado de Inmunizaciones en Colombia Carmen Elisa Ojeda, coordinadora del Grupo de Gestión Integrada de Enfermedades Prevenibles por Vacunación del Ministerio de Salud y Protección Social, presenta las coberturas con biológicos trazadores entre el 2019 y el 2023 que ilustran su caída a causa de la pandemia por COVID-19, así como las estrategias y planes de fortalecimiento del PAI orientados a la recuperación de las coberturas útiles de la prepandemia (figura 2).
En el documento también se registran las coberturas de vacunación en edades trazadoras alcanzadas en el 2023 en el país y las dosis aplicadas de biológicos trazadores en las entidades territoriales a diciembre de ese mismo año (figura 3).
El Ministerio de Salud y Protección Social plantea además otros retos como impulsar el restablecimiento y las mejoras en las coberturas de vacunación prepandémicas, por lo que en el 2024 el PAI se propone fortalecer la confianza en las vacunas y la vacunación mediante estrategias de comunicación dirigidas a la familia y la comunidad frente al acceso a la inmunización.
Asimismo, buscará fortalecer las acciones de vacunación extramural en articulación con las Entidades Administradoras de Planes de Beneficios (EAPB) y las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (IPS), y en alianzas estratégicas con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el Departamento para la Prosperidad Social (DPS), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la OPS y las sociedades científicas.
También continuará el desarrollo de respuestas al fenómeno migratorio y buscará mantener la certificación de erradicación de la poliomielitis, la SR (sarampión y rubeola) y la SRC (sarampión y rubeola congénita), y se llevará a cabo la Jornada Fiebre Amarilla.
Otros retos para este año son la integración de la vacunación contra la COVID-19 (figura 4) y del Programa Permanente, el fortalecimiento del Sistema de Información Nominal PAIWEB, el fortalecimiento del enfoque de curso de vida en todas las intervenciones del PAI y la actualización del esquema de vacunación VPH.
El PAI y el Pan Nacional de Vacunación colombiano cuentan con talento humano comprometido, con amplio conocimiento técnico en vacunación y reconocimiento social en las comunidades: es vital potencializarlo para avanzar en el logro de resultados. También se cuenta con recursos que incluyen documentos técnicos orientadores y normativos que dan vía a la implementación de acciones, con el acompañamiento del equipo técnico del ministerio. Para cumplir este propósito se proponen las siguientes acciones:
El Ministerio de Salud lanzó el pasado 10 de mayo el Plan Nacional de Eliminación y Erradicación de Enfermedades Transmisibles, una iniciativa estratégica para fortalecer la salud pública y garantizar el acceso a servicios de calidad para todos los colombianos.
Colombia en el 2019, en conjunto con los Estados miembros de la OPS, aprobó la Iniciativa de Eliminación de Enfermedades, cuyo objetivo es poner fin a más de 30 enfermedades transmisibles y afecciones relacionadas para el 2030, como el VIH, la tuberculosis, la malaria y varias enfermedades tropicales desatendidas.
El Plan se enfoca en consolidar los avances en la eliminación de enfermedades transmisibles y garantizar su sostenibilidad; implementar estrategias efectivas para prevenir, controlar y eliminar enfermedades prioritarias, y ampliar el acceso a servicios de salud, asegurar la continuidad de la atención y reducir la carga de morbilidad y mortalidad.
Una herramienta de primera mano para este propósito es la recuperación de coberturas de vacunación perdidas durante la pandemia por COVID-19. En este sentido, el Plan se alinea con el Modelo de Salud Preventivo, Predictivo y Resolutivo, integrando acciones interprogramáticas de programas, planes y estrategias de salud pública. Además, se enmarca en la Estrategia de Cooperación con el País (ECP), suscrita entre la OPS y el Gobierno nacional en marzo del 2024 y en los esfuerzos en Colombia para avanzar en la estrategia “Una sola salud” (One Health).
El objetivo del PAI es disminuir la morbimortalidad de enfermedades inmunoprevenibles en el curso de vida, no solo en la niñez como unos años atrás, señala Jaid Constanza Rojas Sotelo, Consultora Nacional de Inmunizaciones para la OPS Colombia. Por tanto, este nuevo concepto debe incorporarse en el PAI indicando que para cada momento de la vida hay una vacuna adecuada: hay unas vacunas primordiales para la infancia que se aplican desde el nacimiento; otras se proporcionan durante el embarazo, para que antes de nacer los bebés reciban esa carga de anticuerpos que la madre produce y transmite (esta vacunación es fundamental porque se intervienen enfermedades inmunoprevenibles en dos personas); por otra parte, las niñas a los 9 años reciben la vacunación contra el VPH, así como todas las mujeres entre 10 y 49 años (edad fértil), y las personas adultas mayores de 60 años reciben otras vacunas. Entonces, en el transcurso de la vida, en cualquier momento se puede recibir una vacuna.
La OPS aconseja a los países cómo implementar el programa y los reúne para lograr consensos. El consenso llamado “Agenda de Inmunización 2030” es resultado de la reunión con los ministros de los países para apuntar hacia unos objetivos claros de equidad, de acceso, de mejora de la tecnología, de mejora a los sistemas de salud y de humanización del programa. También se incluyó el PAI en las estrategias de atención primaria que funcionaban muy bien muchos años atrás, cuando el programa se desarrollaba junto a otros en el curso de vida de las personas; por ejemplo, en el control prenatal preguntarle a la madre si ya tiene las vacunas, en el control del hipertenso preguntar si ya tiene las vacunas de influenza y COVID-19. Se trata de seguir a la persona mediante las acciones propias de la atención primaria.
La OPS cumple un papel fundamental en el aspecto técnico; en el ámbito operativo en Colombia tenemos unos componentes claros susceptibles de mejora, por ejemplo, la evaluación y la coordinación, la cadena de frío, el sistema de información y todo lo que tiene que ver con la provisión de insumos. En cada uno de esos componentes la OPS apoya al Ministerio de Salud y Protección Social supervisando al INS, y apoya al Invima y al Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud (IETS) en la vigilancia de eventos adversos posteriores a la vacunación. Cada uno de esos aspectos requiere respaldo y la OPS, junto con otras instituciones, soporta y fortalece los procesos; es un cooperante para robustecer esos componentes del PAI.
Los países miembros reciben también ayuda de la OPS desde su Fondo Rotatorio para la compra de vacunas, un componente de insumos. Esta estrategia consiste en hacer una negociación de precios con los laboratorios, por lo que los biológicos que adquieren los países tienen un costo mucho menor al que pagaría cada país si negociara con el laboratorio; las vacunas salen mucho más económicas y los Estados miembros las compran directamente al fondo con una programación por país.
Actualmente la OPS ejecuta tres proyectos para la recuperación de coberturas de vacunación en Colombia, con recursos de países donantes. Por ejemplo, con el gobierno de Canadá el objetivo básico es fortalecer el acceso al programa regular del PAI y a la vacunación COVID-19, haciendo énfasis en acceso, equidad y género. Canadá apoya a Colombia desde la pandemia y mantiene su colaboración porque se cumplieron los objetivos como OPS y como país, gracias al fortalecimiento de los programas en los departamentos. El gobierno de Canadá dispuso muchos recursos y, para agilizar su ejecución, los distribuyó entre Unicef y la OPS, por lo que se priorizaron los diez departamentos con coberturas más bajas y con más difícil acceso a vacunas. La OPS hace presencia en Amazonas, Caquetá, Putumayo, Arauca y Vaupés, y Unicef en Vichada, La Guajira, Nariño, Guainía y Chocó.
Ambas agencias apoyan a los departamentos en el fortalecimiento de la capacidad técnica y operativa para mejorar la capacidad instalada en cadena de frío, sistemas de información, gestión diaria del programa para el acceso a la comunidad rural y rural dispersa y vigilancia de eventos adversos. Otro componente importante es el apoyo al fortalecimiento de capacidades técnicas del talento humano; actualizarlo es vital para que este desarrolle las actividades con todo el conocimiento necesario, sin dudar sobre a quiénes debe vacunar y a quiénes no por la posibilidad de presentar una reacción.
Por otra parte, el proyecto GYZ con donaciones del gobierno de Alemania (primera vez que ese gobierno entrega recursos a Colombia), está haciendo un ejercicio muy puntual en zonas fronterizas de Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia para mejorar el acceso y la equidad en vacunación para la población que vive en las riberas de los ríos de esas fronteras. Muchas veces la frontera es un río y la población no diferencia ese límite y se traslada de un lado a otro; por tanto, lo importante es vacunar a esa población en constante tránsito para evitar transmisión de enfermedades de un sitio al otro.
Por último, el proyecto de apoyo permanente de los Estados Unidos está enfocado en fortalecer el área de vigilancia y de laboratorio. El programa tiene tres componentes clave que no se pueden separar: la gestión del programa que maneja el Ministerio de Salud y Protección Social, y la vigilancia y el laboratorio que maneja el INS. El gobierno de los Estados Unidos hace énfasis en la mejora de la vigilancia y el fortalecimiento del laboratorio para que en Colombia no se presenten casos de sarampión y polio, por lo que hay que estar atentos en esa vigilancia diagnosticada por el laboratorio del INS en la parte técnica y científica.
Al respecto, señala Rojas Sotelo que en Colombia el PAI está muy estructurado, con unos componentes muy claros; lo que falta es seguir reinventando formas de buscar la población, nuevas estrategias para llegar y motivar a la población, así como trabajar en la humanización de la vacunación.
Rojas Sotelo concluye: “Una fortaleza del PAI es tener muchos aliados, instituciones, personas y organizaciones que creen en este proceso de vacunación que tiene historia y gran credibilidad. El llamado es a continuar trabajando con ahínco para mejorar el programa cada día, acceder a pueblos de alta vulnerabilidad y mejorar el acceso y equidad del programa. Allí está el secreto de todo, en encontrar esas poblaciones donde hay muchos niños con dosis cero y a las que no hemos llegado. Tenemos que seguir trabajando; siempre es un día nuevo para comenzar en vacunación, siempre va a haber un niño que hoy comienza su esquema, que hoy continúa su esquema, que hoy tiene una dosis por aplicar” (p. ).
La pandemia por COVID-19 dejó en evidencia que Colombia necesitaba recuperar soberanía sanitaria mediante la producción local de vacunas, porque a pesar de que el PAI contempla 21 vacunas que protegen contra 30 enfermedades, ninguna se produce en el país y todas deben ser importadas, como sucedió con la vacuna contra la COVID-19.
En la pandemia, durante el 2020, desde el sector privado y el mismo Gobierno se empezaron a plantear iniciativas que hoy en el 2024 avanzan con paso firme; es el caso de las primeras iniciativas de producción industrial de vacunas en Colombia, resultado directo de la necesidad de responder al desabastecimiento sufrido en pandemia.
El pasado 15 de mayo se inauguró la primera fase de la nueva planta colombiana de producción de vacunas de VaxThera, empresa del Grupo Sura, donde está incluido el bloque de envasado y terminado (fill and finish) de biológicos en formatos líquidos de viales de monodosis y multidosis.
Esta primera fase es un complejo de seis bloques operativos y administrativos en un terreno de 15.000 metros cuadrados de los 35.000 metros cuadrados que ocupará todo el complejo ubicado en Rionegro, en el oriente antioqueño.
En la nueva fase no se iniciará de inmediato la producción de vacunas; primero debe surtirse el proceso de certificación con autoridades regulatorias nacionales e internacionales como el Invima de Colombia, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Las certificaciones permitirán producir vacunas no solo para Colombia, sino para el resto de la región y el mundo.
VaxThera fue creada en el 2021 con el objetivo de devolverle a Colombia sus capacidades de producción de vacunas para responder eficaz y autónomamente a la prevención de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes, o ante una futura pandemia como la de la COVID-19.
El complejo tecnológico tendrá capacidad de envasar y terminar más de 100 millones de dosis de biológicos al año en las plataformas de vector viral y ARN mensajero que VaxThera ha venido desarrollando con talento humano nacional desde el 2021.
También se realizará el envasado y terminado de algunas vacunas que hacen parte del PAI, como VPH, pentavalente, neumococo, influenza, poliomielitis y rotavirus, entre otras, como resultado de alianzas con empresas biotecnológicas de América Latina, Asia, los Estados Unidos y Europa.
VaxThera invirtió 100 millones de dólares para la construcción de su planta de producción de vacunas, el fortalecimiento de sus capacidades de investigación, la promoción del conocimiento científico, la contratación de talento humano altamente cualificado, entre otros aspectos.
En junio del 2023 VaxThera inauguró en Medellín su sede de investigación de vacunas y biológicos, un laboratorio de 780 metros cuadrados con inversión de 4 millones de dólares, dotado con tecnología de punta como ARN mensajero y vectores virales para investigar métodos de producción de vacunas. Allí VaxThera y el Instituto Butantan de Brasil firmaron un memorando de entendimiento de transferencia tecnológica bilateral para la producción de vacunas.
BogotáBio como sociedad de economía mixta conformada por el Distrito Especial de Bogotá, representado por la Secretaría Distrital de Salud y Atenea, y la farmacéutica china Sinovac, adelanta esfuerzos para producir las primeras vacunas fabricadas en su planta en Colombia en el 2027.
El 31 de mayo del 2023 la entonces alcaldesa de Bogotá, Claudia López, anunció que se había seleccionado a Sinovac como socio estratégico de BogotáBio para construir un laboratorio productor de vacunas, luego de lanzar una convocatoria internacional en la cual participaron 15 empresas.
Posteriormente, el 18 de diciembre del 2023, se firmó el contrato mediante el cual la farmacéutica entra como socia de la empresa distrital BogotáBio, que se convirtió así en una compañía de economía mixta. En principio la ciudad tendrá una participación del 51% y el laboratorio chino del 49%, que podría variar cuando se valoricen totalmente la experiencia, el conocimiento y el know how de Sinovac.
En esta sociedad el Distrito aportará 450.000 millones de pesos aprobados por el Concejo a través de vigencias futuras entre el 2021 y el 2026, y serán destinados para infraestructura, equipamiento y para el desarrollo de la etapa preoperativa. Por su parte, Sinovac invertirá alrededor de 374.000 millones de pesos entre el 2024 y el 2033, principalmente en conocimiento sobre vacunas.
La fábrica se construiría y estaría dotada entre el 2024 y el 2026, y la primera vacuna fabricada en esa planta saldría en el 2027. Se espera que este año se defina el terreno donde se construirá la planta de producción de vacunas. Asimismo, se prevé que cuando inicie la producción, BogotáBio estará en capacidad de producir 3.165.081 dosis anuales de vacunas contra COVID-19, 1.177.957 dosis anuales de vacunas contra varicela y 597.996 dosis anuales contra hepatitis A.
Claudia López señaló, en ese entonces, que Sinovac ganó gracias a su propuesta de formar personal científico y farmacéutico para producir vacunas localmente y adaptar la tecnología para esa producción. El entonces secretario de Salud, Alejandro Gómez, explicó que el proceso para producir vacunas es complejo, porque además de la planta y de los equipos especializados es necesario estandarizar los procesos de producción, cumplir normas sanitarias, tener acompañamiento del Invima en la estructuración de la fábrica y que los biológicos tengan la calidad exigida por la OMS o la OPS.
Por su parte, Sinovac se comprometió a transferir su conocimiento sobre producción de inmunizantes, pero si bien se utilizará su tecnología esta podría cambiar en los próximos años con las investigaciones que se adelantan en el mundo en materia de fabricación de biológicos. Por ello todavía no se puede determinar si será un vector viral, un virus vivo atenuado o una vacuna de ARN.
En el 2023 el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Arturo Luna, manifestó que la idea a futuro de BogotáBio sería convertirse en un espacio de investigación y de preparación de personal para llegar a crear vacunas contra algunas enfermedades como Zika, chikungunya y dengue.
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